martes, 30 de junio de 2009

Significado del calendario vasco – Egutegiaren esanahiak

Los vizcaínos han solido llamar a julio "garagarrilla" -como a junio-, pero posee otras denominaciones. Uztailla, uztaile, uztarila, ustaile y garilla son los más comunes.Julio es el mes del trigo. Aunque también, observando uztailla, tenemos que es mes o luna de la cosecha o de la abundancia.


Ezpata-Dantza de Zumarraga - Zumarragako ezpata-dantza

Se celebra cada 2 de julio en la localidad guipuzcoana de Zumarraga. Con motivo de las fiestas de Santa Isabel, las autoridades de este pueblo se desplazan hasta la ermita del mismo nombre, más popularmente conocida como de “La Antigua”, donde asisten a una misa solemne. Acompañando a dichas autoridades, es tradicional que acuda un grupo de danzantes, que interpretarán la ya famosa Ezpata-dantza en el interior del templo, según privilegio conseguido en 1539.

El grupo está formado por dos filas paralelas de danzantes, los cuales visten camisa y pantalones blancos, calzan alpargatas del mismo color y llevan una faja roja a la cintura. Caminan uno detrás de otro sosteniendo una espada con la mano derecha, mientras que con la izquierda sujetan por la punta el arma del compañero que va detrás. Existen, además, otros tres danzantes que no llevan espada, sino un puñal de unos cuarenta centímetros de largo, en cada mano, y cubierto el mango con un pañuelo blanco. Va por último un capitán que encabeza la cuerda de danzantes, sosteniendo la punta de los dos primeros hombres de cada fila. Tanto este capitán o buruzari, como los tres danzantes ajenos a la cuerda, se distinguen por vestir calzón rojo hasta media pierna y banda del mismo color cruzada al pecho.

Antes de comenzar la misa, ya en el interior de la ermita de Santa Isabel, empieza el capitán por ejecutar un baile él solo, para, terminado éste, uno tras otro, y también en solitario, bailar los tres danzantes con puñales. Se trata de la parte inicial de la Ezpata-dantza, la cual se realiza primero de rodillas y después de pie. La ceremonia termina danzando los tres, en común, otro baile bien característico. Después de la misa se interpretará una Soka-dantza -conjunto de danzas compuesto de diversas piezas diferenciadas-, que bailarán los danzantes unidos entre sí formando una larga cuerda a veces, y otras enfrentados en fila de a dos: Parte de este baile se repetirá en las calles de la villa, al regresar de la romería de la aludida ermita.

Santa Isabel eguna, egun handia da Zumarragan. Erromeria egiten da Antioko ermitan, eta ekitaldi nagusia Zumarragako ezpata-dantza da. Ezpata-dantzariak, txistulariak eta udal-batza, alkatea bera buru dela, oinez igotzen dira Antioko santutegira. Ezpata luzeekin bi lerro osatzen dituzte dantzariek, aurrean buruzagia dutela eta taldeaen atzean hiru azkendari, bina ezpata txikirekin.


Meza aurretik, ezpata-dantzari taldea sartzen denerako, eliza bete-beteta izaten da. Taldea aldare aurreraino hurbildu eta buruzagia da dantzatzen lehena. Ondoren azkendariek, banan-banan, belaunikatuta hasiko dute beren saioa eta ezpata txikien jokoarekin bukatu dute. Ezpata-dantzari taldeak elizatik atera eta ermitari kanpo aldetik itzuli bat egin ohi dio. Mezaren ondoren aurreskua egiten dute elizaren atarian eta segidan, berriz ere ezpata-dantza, baina oraingoan belaunikatu beharreko zatirik gabe.

Santa Isabel egunaz gain, abuztuaren 15ean, Andre Mari egunean, dantzatzen da Zumarragako ezpata-dantza, baina egun horretan herriko parrokian bertan. Ezpata-dantza egin ondoren, soka-dantza ere egiten da.

Fiesta de las Idoias

Esta fiesta fue instituida en 1973 por el párroco de Izaba Jesús Arbeloa, y tiene lugar el primer domingo de julio. Durante la misma, doce jóvenes del valle, ataviadas a la manera tradicional, hacen una ofrenda floral a la Virgen, ante la campa de la ermita de Nuestra Señora de Idoia.

Fiesta del Barte
Se celebra en Hermua, Barrundia (Araba), cada 4 de julio, festividad de la Traslación de San Martín. El festejo tiene lugar en la ermita de San Martín de Larrea, y a ella acuden, además de los de Hermua, vecinos de Larrea. Tras la ceremonia religiosa tiene lugar la bendición del barte o gran pan, que es consumido por todos los presentes. Seguidamente tiene lugar una romería y juegos de bolos en el bolatoki de Hermua.

San Fermín
Celebra su fiesta el 7 de julio. Parece muy probable que la vida de San Fermín discurriera a caballo de los siglos III y IV.

Por aquel entonces la actual Iruñea o Pamplona era la Pompeiopolis romana, ciudad de la Hispania Tarraconense y capital de la región de los vascones. A ella llegó Honesto, un sacerdote cristiano nacido en Nimes, bautizado y consagrado en Toulouse por el Obispo y futuro san Saturnino. Predicando el Evangelio con notable vehemencia lograría en poco tiempo bautizar a un buen número de pamploneses, entre ellos a tres senadores romanos: Firmo, Fortunato y Faustino.

Hijo de Firmo era Firminus, el Fermín que más tarde alcanzaría la santidad. Y fue tal el entusiasmo que despertó en él la nueva doctrina, que no ya sólo se convirtió al cristianismo, sino que incluso se hace sacerdote y más tarde Obispo, en la mencionada diócesis de Toulouse, a la que se había trasladado a temprana edad. Recibiría el obispado de manos de un paisano suyo, San Honorato, pues para entonces San Saturnino había sido martirizado ya. La memoria y culto a este Saturnino, conocido como San Cernín, quedarían perpetuados, tanto en la Toulouse occitana, como en la Iruñea navarra, con sendas iglesias levantadas a su advocación. Honorato, por su parte, aunque nacido en la Tarragona romana, se había convertido al cristianismo años antes en Iruñea, recibiendo las aguas del bautismo del propio Saturnino, y a su muerte, Fermín le sucedería como segundo obispo de Toulouse.

Ya obispo, Fermín volvería a su Pamplona natal, donde fundaría un obispado, de cuyo gobierno se encargaría él personalmente durante algunos años. Pero a los treinta y uno el joven obispo siente la necesidad de predicar el cristianismo por otras latitudes, lo que le obliga a abandonar de nuevo Iruñea. En esta ocasión sus pasos le encaminan hacia la Aquitania gala, para después continuar su apostolado por la Auvernia y la Picardía, siempre rodeado de recelo y persecuciones. Se recuerda su nombre en ciudades como Agen, Clarmont Angers, Anjou, Normandie, Beauvais y, muy especialmente, en Amiens.

Si aquella ciudad gala de Amiens sobresale en la biografía de este santo navarro, es sencillamente porque de ella fue su primer obispo. En esos días, como colonia romana que era, la capital actual de la Picardía tenía por nombre Samorabriva Ambiani. Mas las predicaciones de Fermín no podían ser vistas con buenos ojos por las autoridades que representaban al imperio de Roma. Fue por eso que se le mandó detener, cosa que por cierto no debió hacer falta, ya que el obispo navarro se entregaría voluntariamente, según parece. Y esa misma noche sería degollado, a golpe de espada, mientras dormía. Según la liturgia cristiana, el martirio sucedía un 25 de septiembre.

El cadáver de Fermín sería recogido secretamente esa misma noche por el noble Faustiniano, y enterrado en olor de santidad, en el cementerio de Abladana. Sus restos se conservan actualmente en la catedral gótica de Amiens, celebrando la ciudad fiestas patronales en honor de San Fermín. En Pamplona las primeras fiestas de San Fermín que se recuerdan son las de 1186, promovidas por su entonces obispo Pedro de Artajona, quien trajo una reliquia del santo -un hueso del cráneo- que se conserva en la catedral pamplonesa.

Otra reliquia, conservada en el Ayuntamiento de Iruñea, le sería entregada en 1522 a Martín de Azpilicueta, por mano del prelado de Amiens. Asimismo le sería entregada nueva reliquia en 1592 a Francisco de Álava, embajador de España en París, la cual fue traída a la capilla de San Fermín, dentro de la iglesia de San Lorenzo, y guardada dentro de la propia imagen del Santo. La conseguiría en 1595 el capitán navarro Miguel de Olagüe, de manos del obispo de Amiens, por haber defendido la catedral de toda profanación, por sus propias tropas, durante el asedio a esa capital gala. En 1591 la capital de Nafarroa solicitaría el cuerpo entero de San Fermín, con motivo de la incorporación transitoria de Amiens a la Corona de Felipe II, sin conseguirlo. Y, por último, llegó otra reliquia del santo en época más moderna, exactamente el 26 de marzo de 1941, siendo arzobispo de la diócesis pamplonesa Lucien Martin.

Sanfermines en Iruñea
Durante algunos siglos las fiestas de San Fermín las celebró Pamplona el 10 de octubre, y no sería hasta 1591, cuando sus fiestas patronales adopten la actual fecha del 7 de julio.

El protagonismo de los sanfermines pamplonicas ha estado siempre en el elemento taurino, con sus corridas, pero también en su encierro. Se sabe que se lidiaban reses bravas por lo menos desde 1385. En la actualidad las fiestas de San Fermín destacan por los mundialmente famosos encierros, a lo que habría que añadir la nota colorista, a la vez que cultural, que confieren a todo el entramado festivo las llamadas "Peñas sanfermineras", nacidas a principios del siglo XX, de la unión de unos cuantos amigos que compartían su dinero para acudir a los toros.

Encierros

Antaño había encierro de reses bravas en todas aquellas ciudades donde se lidiaban toros, ya que éste era el procedimiento comúnmente empleado para llevar los animales hasta los corralillos de las plazas. Pero sucedió que lo que en otras partes cayó en desuso, debido principalmente a los avances en el campo de los transportes, en Iruñea se perpetuó de manera casi inexplicable por el uso de la costumbre. Y lo que antaño fue un procedimiento, digamos laboral, de llevar las reses por las calles hasta el lugar donde iban a ser toreadas, con el peso de los años devino en auténtica fiesta, y valga la redundancia, dentro de la fiesta de San Fermín.

Parece ser que hasta el siglo XVIII, los toros entraban en Iruñea en tropel hasta la Plaza del Castillo. En ese lugar era donde se improvisaba un ruedo, a base de levantar gradas y tribunas, a fin de celebrar las corridas de toros. Los animales eran introducidos en la ciudad a muy temprana hora del amancer, guiados por pastores de reses bravas, montados a caballo en algunos casos, y algunos carniceros de la villa, que lo hacían a pie. Hasta la segunda mitad del siglo XIX no se tiene noticia de que corrieran mozos espontáneos delante del ganado, aunque sí es sabido que aquellos primitivos encierros suponían todo un acontecimiento para los pamploneses de la época, quienes acudían a presenciarlos con asiduidad.

Los toros, cabestros y mansos entraban en el recinto amurallado a través del portal de la Rochapea, continuando por la Cuesta de Santo Domingo, Plaza de la Fruta, Mercaderes y Chapitel, para quedar enchiquerados en los improvisados toriles de la Plaza del Castillo. Previo bando municipal, las bocacalles, callejones y otras aberturas del recorrido eran tapadas con mantas, a fin de que los toros no se desviasen de su recorrido. En época antigua, y debido a que todavía no era costumbre matar a los toros durante los espectáculos taurinos, tenía lugar tras la corrida lo que bien puede denominarse "desencierro" de los toros, conduciéndolos en sentido inverso por el mencionado itinerario, hasta sacarlos de la ciudad.

Era frecuente, ya desde el siglo XVI, que el abanderado de San Fermín, autoridad representativa de la fiesta, elegida por el Ayuntamiento de entre sus concejales, fuese a buscar los toros a caballo, para después galopar delante de ellos en el encierro. Pero por no parecer decorosa semejante actitud en persona que representaba tan digno cargo, el mismo Ayuntamiento emitió, en años sucesivos, diversas prohibiciones al respecto. También se prohibió reiteradamente maltratar o herir a los toros con lanzas y garrochas, costumbre que venía observándose en los encierros desde sus más remotos orígenes.

En 1844 se inauguró en Iruñea una plaza de toros portátil, o desmontable, ubicada fuera del casco antiguo de la ciudad. Con este motivo, y hasta 1855, fecha en que ya existía la primera plaza de toros estable, el ganado era introducido hasta el coso taurino a través del Portal de San Nicolás. Para ello, sin anuncio público de ningún tipo, se aprovechaban las oscuras y tranquilas horas de la noche, a fin de molestar al vecindario. Pero ello levantó un sinfín de protestas, pues los pamploneses veían desaparecer el único espectáculo que por aquel entonces se les ofrecía gratis.

El caso es que en 1856, debido a no pocas presiones procedentes de diversos estamentos sociales, aunque no sin algunas opiniones en su contra, el encierro vuelve a desarrollarse por el itinerario anterior "según costumbre antigua". Se acrecentaron las protestas en años sucesivos, hablándose incluso de la supresión total del encierro, por parecer costumbre pasada de moda, al igual que habían desaparecido de otras ciudades de profunda tradición taurina, en las que se había aceptado como cosa normal. Mas el intento no sólo no prosperó, sino que, muy al contrario, los encierros sanfermineros fueron cobrando una muy notable carta de naturaleza, consolidándose asombrosamente tan peculiar tradición.

Sería entre 1873 y 1875 cuando los encierros vayan cobrando la apariencia que se advierte hoy día, aunque todavía de manera muy embrionaria. Sucede que por esas fechas se suprimen los caballistas, y son los pastores y los carniceros a pie los que conducen a las reses hasta el coso taurino. Es entonces cuando mozos pamploneses, cada vez en mayor número, se unen a éstos, en parte por ayudarlos, en parte por afición. Nacía así lo que modernamente conocemos como "corredor" del encierro. Tales corredores, si bien han sido tolerados por las autoridades municipales, se exponen por cuenta propia a los riesgos derivados de enfrentarse a los toros.

En la actualidad, los corredores del encierro son también otra nota colorista de los festejos de la semana sanferminera. Es característico el predominio de su blanca indumentaria y el consabido pañuelico rojo. Choca ver algunas fotografías de hace muy pocas décadas, donde cada cual vestía en el encierro como mejor podía. Junto a los que llevaban expresamente ropas más gastadas, apropiadísimas para prevenir destrozos, otros lucían traje y corbata. También es de resaltar el fervor con que todavía siguen encomendándose al patrón San Fermín, a quien se dirigen todos los mozos cantando tres veces, antes de que comience el encierro.

Por lo demás, desde la inauguración de la actual plaza de toros, en 1922, el encierro ha venido discurriendo por el mismo itinerario que hoy: Baluarte de Rochapea, Plaza Consistorial, Mercaderes y Estafeta, para desde aquí desviarse ligeramente a la izquierda, enfilando ya el callejón de la plaza de toros. En todo ese trayecto, de unos novecientos metros, se coloca un doble vallado para facilitar la conducción del ganado, así como para que puedan encontrar refugio los mozos en momentos de apuro.

El número de participantes es mayor de año en año, y también el valor de éstos. Hay quien hace todo el recorrido, empezándolo ya desde delante de los mismos toriles de la Rochapea. Un punto de gran dificultad y peligro es la cuesta de Santo Domingo y el callejón de entrada a la Plaza de toros, donde se producen frecuentes amontonamientos. Por lo demás, el principio y final del encierro, establecido en un tiempo medio de dos minutos, viene marcado por el sonido de cuatro cohetes. Suena el primero a las ocho en punto de la mañana cuando se abre la puerta del toril. Segundos después suena otro, advirtiendo de que toda la manada está ya en la calle. Un tercero avisa de que los toros han llegado a la Plaza. Y el cuarto, que suena cuando todos los animales están ya enchiquerados, anuncia la terminación del encierro.

Por lo demás, desde la inauguración de la actual plaza de toros, en 1922, el encierro ha venido discurriendo por el mismo itinerario que hoy: Baluarte de Rochapea, Plaza Consistorial, Mercaderes y Estafeta, para desde aquí desviarse ligeramente a la izquierda, enfilando ya el callejón de la plaza de toros. En todo ese trayecto, de unos novecientos metros, se coloca un doble vallado para facilitar la conducción del ganado, así como para que puedan encontrar refugio los mozos en momentos de apuro.

Sanfermines en Lesaka

Dentro de los festejos que celebran distintos pueblos de Nafarroa el día de San Fermín, merecen destacarse por lo peculiar de sus danzas los de Lesaka. Se trata de una Ezpata-dantza ejecutada por danzantes masculinos en su parte principal, pero que sustiuyen modernamente la espada por bastones adornados en espiral con cintas de colores. El acontecimiento, al margen de las esporádicas salidas para actuar fuera, tiene lugar exclusivamente cada 7 de julio.

Que en su día tales bailes debieron ser de espadas, lo demuestra algún documento en el que consta que cuando las dos partes de la villa de Lesaka, entonces dividida, pactaron algunas treguas de paz, los danzantes bailaron sobre los petriles del río Onin. Y lo siguen haciendo en la actualidad sobre tan estrecha superficie, siglos después, al son del Tantiru-Mairu, con las características de una tradicional danza de espadas.

Visten los dantzaris camisa y pantalones blancos, alpargatas del mismo color con adornos rojos, al igual que roja es la faja que llevan a la cintura y la boina con que se cubren la cabeza. Lucen, además, un enorme escapulario de distinto color, y un par de piezas de tela llena de cascabeles, por encima de las pantorrillas.

Por su parte, las mujeres que intervienen en determinados bailes de esta fiesta modernamente visten falda larga de paño, de distintos colores, blusa blanca y corpiño de distinto color al de la falda. Calzan zapatos negros y van tocadas con un pañuelo blanco. Además, llevan colgados a la cintura un par de pañuelos blancos doblados.


El conjunto coreográfico se compone de seis partes diferenciadas. La primera es la Makil-gurutze-dantza, o danza de los cruces de bastones. La segunda es la Ziarkakoa o danza lateral. A la tercera se la denomina Zubigaineko-dantza o danza encima del puente. Le sigue una cuarta denominada Mutil-dantza o danza de muchachos. La quinta es una Neska-dantza o danza de muchachas. Y se concluye con una séptima o Aurresku.

Sobre las ocho y media de la mañana, los dantzaris, a quienes acompaña un grupo de txistularis, se dirigen a misa convenientemente ataviados. Tanto en el camino de ida como en el de vuelta interpretarán, al tiempo que se desplazan, la Makil-gurutze-dantza. Tras un almuerzo, autoridades, clero y banda de música se incorporan a la procesión, donde los danzantes, precediéndola, ejecutan nuevamente la referida danza de bastones. Al llegar al pórtico de la iglesia formarán con sus makillak -bastones- un arco bajo el que pasarán las autoridades, penetrando en el templo.

Terminada la misa solemne, durante la cual danzantes y txistularis aguardan en la calle, se interpreta nuevamente la Makil-gurutze ante la imagen de San Fermín de la procesión. Más tarde el cortejo procesional se detendrá tanto en la Plaza de Abajo como en la Plaza Vieja, momentos ambos en que los bailarines ejecutarán sendas Ziarkakoak. Cuando la procesión concluye es recogida la bandera municipal, que había quedado en la parroquia, y las autoridades, acompañadas por los danzantes, se encaminan hacia el edificio del Ayuntamiento. Será al pasar de nuevo por la plaza de Abajo, cuando los danzantes se suban a los petriles del río Onin y ejecuten la famosísima Zubi-gaineko-dantza, tras la que se ondeará simbólicamente la bandera sobre el puente que une ambas orillas. Cuando por fin la comitiva llega a la Casa Consistorial, es ondeada nuevamente la bandera, se baila otra vez la Ziarkakoa y se hace un arco de autoridades, a la puerta de la Casa Consistorial, bajo el que pasan éstas. Por último, la bandera es izada en el balcón principal del edificio, quedando finalizado el acto.

Por la tarde, tras una función religiosa en la que, del mismo modo que por la mañana, actúan los danzantes, tiene lugar en la Plaza Vieja la ejecución del resto del repertorio musical. En esta ocasión, con intervención ya del elemento femenino, se interpreta la Mutil-dantza, la Neska-dantza y el Aurresku.

La Ronda del Rosco


Esta costumbre festiva de Okina, Bernedo (Araba), tiene lugar el domingo siguiente al 10 de julio, festividad de San Cristóbal, dentro de las fiestas patronales de la localidad. Tras la procesión y la misa, las mujeres van a sus casas y los hombres recorren el pueblo en cuestación. En cada casa se les daba antaño el bollo característico de este día, y modernamente barras de pan adornadas con diversos dulces. Terminada la colecta, el pueblo entero se reúne en la era, donde darán buena cuenta de lo recogido, a lo cual se añadirá vino, embutido y otras viandas. Tradicionalmente, durante esta comida hombres y mujeres estaban separados, dejando un pasillo en medio, en el que se colocan los mozos, que servirán las bandejas con los alimentos. También fue costumbre que algunos mozos llevasen largas varas, con las que golpear a quienes se colocasen en el grupo contrario a su sexo.

El Tributo de las Tres Vacas

Año tras año, desde fecha inmemorial, representantes del valle navarro de Erronkari, y del bearnés de Baretous, el 13 de julio se reúnen en torno a la denominada piedra de San Martín, límite entre los municipios de Arette e Isabe, a la vez que lo es entre los estados francés y español, para celebrar lo que se conoce popularmente como "El Tributo de las Tres Vacas" -seguramente el tratado europeo más antiguo que se conoce-. Esta secular ceremonia tiene por finalidad la entrega de tres vacas a los navarros, por parte de los bearneses, sin que los muchos estudios que sobre ella se han realizado hayan conseguido hasta el momento desvelar el misterio que sigue siendo su origen.

Lo cierto es que en la fecha citada -13 de julio-, vistiendo sus mejores galas tradicionales, autoridades bearnesas y roncalesas se dan cita por la mañana en el mojón 262, punto donde antaño estaba la famosa piedra de San Martín, de la cual tomó el nombre. El alcalde de Isaba, que asume la presidencia del acto, pregunta por tres veces a los de Baretous si están dispuestos a pagar el tributo como en años anteriores. A ello responde un baretonés de manera afirmativa, para a continuación colocar su mano derecha sobre el mentado mojón. Sobre ella colocará la suya un roncalés, y de manera alternativa los representantes de uno y otro valle. Por último, sobre la de todos, pondrá su mano el alcalde de Isaba, momento éste en que pronunciará las consabidas palabras: Pax avant, pax avant, pax avant -paz en adelante-.

Terminado este ceremonial, pasa a examinar las tres vacas el veterinario de Isaba, para determinar su estado de salud y ratificar así la obligación de que además de sanas sean de "igual pelaje, cornaje y dentaje" y tengan dos años. Acto seguido tiene lugar la firma del recibo por parte del acalde de Isaba, dando la conformidad a la entrega, y la elección de los cuatro guardas que por un año vigilarán los pastos faceros de Erlanz y Leja, situados en el puerto de Arlas. Y, ya por último, se levanta acta, la acual firman las citadas autoridades de ambos valles, así como alguna personalidad que, habiendo acudido al acto, lo hace en calidad de testigo.

Pero tan sencilla ceremonia, a la que cada año acude un sinnúmero de curiosos, es de orígenes tan difusos como controvertidos. Sobre ella se han barajado las más diversas hipótesis, en ocasiones poco consistentes, según se desprende de antiguos documentos, y otras cargadas de un halo de leyenda que la convierte hoy día en mucho más atractiva, si cabe, a los ojos de quienes se interesan por primera vez por tan peculiar suceso. Por la denominación de "tributo", algunos estudiosos han sacado la conclusión de que se trata en efecto del pago de un impuesto, si bien tampoco puede precisarse con claridad en calidad de qué se satisface. Bien puede ser por el uso de unos pastos, bien por la utilización de unos manantiales, tanto en uno como en otro caso, situados en territorios de un pueblo vecino. Pero, además, puede deberse a otras circunstancias que escapan a nuestra imaginación.

Una de las hipótesis, no sin su carga de leyenda por cierto, sitúa el origen del Tributo alrededor del año 124 antes de Cristo. En aquel tiempo, los cimbrios, rudo pueblo ario, guiados por los bearneses de Baretous, atravesaron los Pirineos y entraron en Nafarroa por el Valle de Belagoa y de Erronkari, arrasándolo todo a su paso. Tiempo después, los de Baretous fueron vencidos por los roncaleses y en señal de sumisión se vieron obligados a pagar cada año un tributo, consistente en cuatro caballos de patas blancas. Como este tipo de animales era muy difícil de entrar en la región, los del Valle de Ronkal cambiaron el tributo a tres vacas de dos años, del estilo de las que se entregan en la actualidad.

Se supone que tal obligación fue respetada escrupulosamente durante muchos años. Hasta que con el paso de los siglos las relaciones entre los habitantes de los dos valles fronterizos pasaron por diversos períodos de hostilidades. El punto más álgido de esta rivalidad, según parece deducirse de historia y leyenda confundidas, tuvo lugar hacia el año 1373, a raíz de una disputa personal entre dos pastores, uno roncalés, de nombre Pedro Carrica, vecino de Isaba, y Pierre Sansoler, bearnés de Baretous.

El caso es que cierto día ambos hombres se encontraron con sus ganados en el alto de Erlanz y discutieron sobre cuál de los dos abrevaría primero a sus animales, en una fuente que allí existe. No poniéndose de acuerdo, debieron concluir la disputa agrediéndose mutuamente, como consecuencia de lo cual resultó muerto el de Baretous. A los pocos días, y de resultas de esto, el valle de Erronkari se vio sorprendido por un grupo de bearneses armados, a cuyo mando iba un tal Anginar Sansoler, primo del difunto. Mas, no encontrando al asesino en el valle, las ansias de venganza se cebaron en la mujer de Pedro Carrica, a la sazón encinta, a quien mataron cruelmente.

Al conocerse esta macabra noticia, serían ahora los roncaleses quienes organizasen un pequeño grupo de castigo, que capitaneado por el propio Carrica se presentó violentamente en el valle de Baretous. El resultado de la visita fue la muerte de Sansoler, que en aquel momento celebraba el bautizo de un hijo, y la de un buen número de parientes y amigos de éste. Pero también morirían veinticinco roncaleses en su viaje de regreso, a manos de bearneses, que habiéndose enterado de inmediato del suceso, salieron en persecución suya.

Tampoco esta vez se hizo esperar la respuesta, organizándose un grupo más numeroso de roncaleses, que se enfrentó violentamente con otro de bearneses, en lo que se ha dado en llamar batalla de Aguinacea. Se dice que el resultado de la misma arrojó un saldo de cincuenta y tres víctimas por la parte roncalesa y doscientas por la bearnesa. Ante el descalabro, los de Baretous solicitaron una tregua.

Para traer la paz a los dos valles, se reunirían en la aragonesa Ansó, zona neutral y elegida árbitro en el litigio, cuatro obispos. Por la parte bearnesa el de Baiona y el de Olorón, y por la parte navarra el de Iruñea y el de Jaca. Discutieron durante dos semanas, pero sin éxito. La solución no iba a surgir hasta 1375, esta vez, aunque también en Ansó, de la reunión de los concejos roncaleses y los representantes de Baretous. Sería a raíz de un juicio ante un tribunal neutral, en el que declararon muchos testigos. Las muertes de una y otra parte se dieron por compensadas, y con bastante buena voluntad se acordó fijar los límites entre Erronkari y el término de Aramitz, en la piedra de San Martín. Se reglamentó el goce los pastos y la fuente se declaró roncalesa, así como el trozo de puerto de alrededor. Por último, cada 13 de julio se pagaría el "Tributo de las Tres Vascas", ratificándose por un año el acuerdo de paz entre los dos valles. Y así ha sido hasta hoy, a pesar de los avatares de la historia, dándose la circunstancia de hacerse en metálico el importe de las tres vacas, por parte baretonesa a la roncalesa, cuando las vacas eran imposibles de subir a la muga, como consecuencia de alguna guerra entre estados, o como cuando, por ejemplo, en 1945 lo impidieron las tropas alemanas que ocupaban aquel valle bearnés

Cabalgata marítima de El Carmen en Santurtzi

Desde 1907, la imagen de la Virgen del Carmen, es trasladada procesionalmente, aprovechando la pleamar, desde la iglesia de San Jorge de Santurtzi (Bizkaia), hasta el puerto pesquero. Durante este trayecto la escoltan un grupo de pescadores, portando remos en alto. Se observan también en el cortejo, marinos de las más diversas especialidades, así como un grupo de danzantes y txistularis, que en diversos momentos intervendrán poniendo una nota artística al desfile. La Virgen, junto con el clero y otras personas próximas a él, se embarcará después en una lancha de remos. Rodeada por todo tipo de embarcaciones, la imagen del Carmen es paseada por la bahía hasta alcanzar las cercanías del rompeolas. Allí todas las embarcaciones se detienen y es arrojada a la mar una corona de flores, en memoria de cuantos marinos han perecido en sus aguas. Tras entonar una Salve y el Agur Jaunak, la procesión emprende regreso a puerto, para devolver la Virgen a su iglesia.

Santa Marina

Celebra su fiesta el 18 de julio. En Santa Marina, o Santamaña, de Asteasu (Gipuzkoa), este día que celebra romería, ha solido ser frecuente ver a muchas madres colocar a sus pequeños de pie ante la imagen de la Santa, para que ésta los protegiera de los malos sueños. También ha sido costumbre, de adultos y menores, meter la cabeza en un hueco existente en el altar y rezar un Credo, para curarse de los malos sueños y del insomnio. Muchas madres han solido ofrecer una misa y una vela, la cual se colocaba en un candelabro que hay junto a la verja de madera.

También este día se sigue acudiendo en romería a las ermitas que, bajo esta advocación, se localizan en las localidades siguientes: Arrasate-Mondragón (Gipuzkoa); Artea (Bizkaia); Bakaiku e Iturmendi (Nafarroa) situada en la sierra de Urbasa; Ballare, Markina (Bizkaia); Caicedo, Erribera Goitia (Araba); Gezuri, Orozko (Bizkaia); Marieta, Barrundia (Araba); Muxika (Bizkaia); Trobika,Mungia (Bizkaia); obsequiándose con vino, pagado a escote por los vecinos del barrio, a los asistentes a estos actos festivos, así como, modernamente, con chocolate y galletas; Urduliz (Bizkaia), Uribe, Iurreta(Bizkaia), con repetición de la fiesta el domingo siguiente, y Zaldibar (Bizkaia).

San Elías

Celebra su fiesta el 20 de julio. El templo más famoso que este santo tiene en Euskal Herria es el que se localiza en una cueva de Araotz, Oñati (Gipuzkoa), dentro de una cueva en el desfiladero de Jaturabe. Conocida popularmente como Sandailli, a ella han acudido muchas mujeres estériles, para pedir descendencia al Santo. Para ello se mojaban los genitales en un antiguo sarcófago de piedra que, a modo de abrevadero, recoge el agua que se filtra del techo de la cueva. También solía acudirse a la ermita en tiempo de sequía.

La Magdalena

Celebra su fiesta el 22 de julio. Según creían en la zona vizcaína de Dima, si no llovía este día, el año sería abundante en castañas. Idéntica opinión tenían otros pueblos vecinos, pero refiriéndose a los higos. Mas, como nunca llueve a gusto de todos, en otras poblaciones han sostenido que la lluvia caída por la Magdalena es perjudicial para el maíz, pues su planta se llena de gusanos.

La Teja de Izaro

Dice una leyenda que el islote de Izaro, situado frente a Bermeo (Bizkaia), lo ganó esta población en una regata de traineras. El caso es que ese peñón venían disputándoselo desde antiguo, tanto los del mentado pueblo, como sus vecinos de la cercana Mundaka. Tan enconada fue en ocasiones esta pugna que, siempre según la leyenda, para darla por zanjada el propio Señor de Bizkaia hubo de tomar cartas en el asunto. Para resolver el pleito decidió que una tripulación de cada población, saliendo a la misma hora de sus respectivos puertos, compitiesen por ver quién llegaba primero a Izaro. Como árbitro de la prueba actuaría Elantxobe. Salieron pues las traineras, pero la de Bermeo chocó con algún escollo y se hundió, de resultas de lo cual murió uno de sus hombres. Aún sin terminarse la carrera, y por el motivo citado, se sentenció ganadora a Bermeo, pues ya que perdía un hijo, bueno sería que ganase una isla.

Leyendas aparte, lo cierto es que cada año conmemoran los bermeanos aquel suceso, eligiendo para ello una jornada de sus fiestas patronales en honor de Santa María Magdalena, el 22 de julio. Comienza el día festivo con una solemne misa matinal en la parroquia de Santa Eufemia, a la que acuden las autoridades, los pescadores vistiendo su tradicional atuendo y numerosos fieles. Terminado el acto religioso, la banda de txistularis del municipio conduce a los munícipes hasta el muelle. Allí, junto con el numeroso público que se suele congregar en torno al anual acontecimiento, los pescadores embarcan en numerosas embarcaciones de pesca y todo tipo de chalupas y lanchas a motor.

Al son de música, canciones, sirenas y gran animación, la curiosa expedición marítima se dirige hasta el islote de Izaro, y se detendrá poco después ante sus acantilados, procediéndose a realizar un secular acto. Tomando una teja entre el alcalde de Bermeo y un representante de la Diputación de Bizkaia, la arrojan al agua mientras suenan las notas del Himno de la Magdalena. Se confirma así, una vez más, la pertenencia de Izaro a Bermeo, cuyos simbólicos tejados la cubren.

Un general aplauso, el sonido de alguna sirena e infinidad de bocinazos, anuncian que la teja ya está en el agua. Al mismo tiempo, una ikurriña, llevada poco antes por dos concejales, ondea sobre la isla. Seguidamente, y mientras se levanta acta y se firma el documento que certifica la celebración del acto, se toma un aperitivo en las embarcaciones, consistente en bonito y bacalao desecados, regados con mucho vino y txakoli.

La cabalgata náutica se traslada después hasta el cercano pueblo de Elantxobe, donde su alcalde recibe al de Bermeo, entregándole por unas horas el bastón de mando. Autoridades, pescadores y público en general, una vez han desembarcado se dirigen hasta la ermita de San Nicolás de Bari, junto a la cual se ejecutará un Aurresku. La fiesta, amenizada por música y bailes, seguirá hasta bien pasado el mediodía.

A media tarde, la pintoresca expedición volverá a embarcarse en el puerto de Elantxobe, para, de allí, trasladarse en esta ocasión hasta Mundaka. Durante la travesía vuelve a escucharse cantar, vuelve a haber sana alegría y se vuelve a beber. Más tarde, al llegar a esta tercera escala del festivo viaje, el alcalde de Mundaka da también su vara de mando a su colega bemeano, para juntos acudir seguidamente a la Casa Consistorial, donde tiene lugar un acto protocolario.

Terminado dicho acto, y no sin que también en esta población se baile y se coma, todas las embarcaciones regresan a Bermeo, siendo recibidas al son del mentado Himno de la Magdalena. La fiesta continuará hasta bien entrada la madrugada, con charangas, romerías y otros festejos.

Gernikako Arbola-dantza

Modernamente se ha vuelto a estudiar una arcaica costumbre festiva, que tiene lugar, cada 25 de julio, dentro de las fiestas de Santiago del municipio de Garai (Bizkaia). Consiste en bailar ante la imagen del santo patrón una danza tradicional, conocida hoy como Gernikako Arbola-dantza.

Las celebraciones del día comienzan con la salida de las autoridades de la Casa Consistorial, para dirigirse hasta el templo de San Miguel Arcángel, donde se guarda la imagen de Santiago. El recorrido hasta él lo efectúan acompañadas por el grupo de danzas municipal, que interpreta una biribilketa. Tras una misa solemne, tiene lugar una procesión.

El cortejo procesional va encabezado por el sacristán, que porta la cruz, y a ambos lados del cual van dos monaguillos. A continuación desfilan los danzantes, sin chaquetas y con la boina en la mano izquierda. Cuatro de ellos van detrás, armados con escopetas. Vienen seguidamente un txistulari y un atabalero, y, detrás de ellos, otros cuatro dantzaris sostienen la imagen de Santiago sobre unas andas. El último de la derecha es el que porta la bandera de la anteiglesia. Siguen a éstos las autoridades religiosas, las autoridades municipales y el público en general, los hombres delante y detrás las mujeres.

Al son de la Marcha de Santiago -Santiago Martxa-, el cortejo va a desembocar en la plaza que hay frente al edificio de la Casa Consistorial. Allí la imagen del Apóstol será depositada sobre una mesa, previamente colocada en aquel punto para esta circunstancia. Colocándose entonces los danzantes de cara a la imagen, pero sin deshacer la procesión, en dos filas paralelas, en medio de las cuales se sitúa el abanderado, clavan la rodilla en tierra, inclinando la cabeza. Se produce entonces uno de los momentos más espectaculares de la ceremonia, pues el abanderado hace tremolar vistosamente la bandera sobre las cabezas de sus compañeros.

A continuación, ya puestos en pie, y sin que haya cesado de sonar la música interpretada por el txistulari, ejecutan los danzantes la referida Santiago Martxa, terminada la cual la procesión vuelve a ponerse en movimiento. La imagen de Santiago es introducida en la parroquia de San Juan Evangelista, donde quedará hasta la mañana siguiente.

De nuevo ante el edificio de la Casa Consistorial, los dantzaris interpretarán todo un repertorio coreográfico, conocido como Dantzari-dantza. Consta el mismo de Agintariena, Zortziko, Ezpata-joko-txikia, Banako, Ezpata-joko-nagusia, Biñako, Launako y Makil-joko. Finaliza la actuación de los danzantes con una Soka-dantza, en la que invitan a intervenir a una muchacha, a la cual homenajean festivamente. Las celebraciones se repiten íntegramente al siguiente día, festividad de Santa Ana. En esta ocasión la procesión recorrerá el camino inverso, es decir, de la parroquia de San Juan Bautista al templo de Santiago, donde es devuelta la imagen hasta el año siguiente.

Mucho se ha especulado sobre el origen de esta Gernikako Arbola-dantza, sin que éste haya sido dilucidado del todo. Ha sido generalizada la creencia de que se trataba de una composición de moderna invención, tal vez de Iparraguirre o de Altuna. Sin embargo, tales hipótesis vienen siendo desechadas a la vista de análisis más profundos. Las melodías que componen el repertorio de danzas de Santiago, en Garai, bien pudieran ser autóctonas de ese rincón de Bizkaia, de fecha desconocida y autor anónimo. También debió ser distinta su denominación, ajustándose a modas más recientes el cambio del título original por el referido de Gernikako Arbola-dantza. También se observa, en el hecho de que la procesión no se deshaga en el momento de bailar ante el Apóstol, la reminiscencia de un antiguo rito religioso, y no de un espectáculo profano, cristianizado a posteriori.

Digamos, por último, que el atuendo de los danzantes, al igual que en casi todas las Dantzari-dantzak vizcaínas, se compone de camisa, pantalón y alpargatas, prendas todas ellas blancas, adornadas las últimas con cintas rojas. Roja es, asimismo, la boina y la faja a la cintura. Y en el caso de Garai, aunque desde luego no es exclusivo de esta localidad, se adornan las perneras de los pantalones, en su parte inferior, con cascabeles. Es costumbre complementar la indumentaria con una chaquetilla de color negro, la cual no se utiliza más que en la ejecución de algunas de las danzas.

Kutxa Entrega

Hondamente ligada al devenir histórico de la villa de Hondarribia (Gipuzkoa), ha estado siempre su “Cofradía de Mareantes de San Pedro". Fundada en el año 1361, ha sido y es la encargada de regular todo tipo de actividades relacionadas con la vida de los pescadores. En sus estatutos se especifican desde las oraciones que habían de rezarse por el alma de un naufragado, hasta las ayudas que han de recibir inválidos y viudas en caso de perecer el arrantzale.

El día de San Pedro viene siendo costumbre, desde muy antiguo, la elección del Abad Mayor de la Cofradía, así como de los Abades Menores y los Alcaldes de Mar. El acto tiene lugar en la Sacristía de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y del Manzano. Los electos desempeñarán sus cargos desde el día de Santiago hasta idéntica fecha del año siguiente. Y este día precisamente, 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, tiene lugar un curioso ceremonial en la villa marinera, que, pese a su sencillez, acostumbra a congregar en torno a él a un buen número de curiosos. Se trata de la llamada Fiesta de la Kutxa, conocida más popularmente como Kutxa Entrega.

Cuando el Abad entrante toma posesión de su cargo, recibiendo de manos del saliente los atributos tradicionales del mismo -llave de plata, bastón y banda negra de seda-, en la mencionada Sacristía de la parroquia se hace el balance anual de Cuentas de la Cofradía. Seguidamente se trasladan todos hasta dicha Cofradía, recorriendo las calles de Hondarribia conducidos por la Banda Municipal de Música. De ello, empero, lo que suscita mayor interés es el hecho de que, encabezando el cortejo, vaya una joven sosteniendo un arca o kutxa sobre su cabeza. Dicha moza, a la que escoltan varios remeros vestidos con su atuendo tradicional, al llegar ante la puerta de la Cofradía de varias vueltas sin soltar el arca, instante éste en que se la saluda con una ovación.

La kutxa simboliza el arca donde antiguamente se guardaban los libros de cuentas y el dinero de la Cofradía. También servía para albergar documentos, alguno tan antiguo como una Bula Pontificia, otorgada a los Mareantes de Hondarribia por Clemente VIII, en el año 1595.

Baztandarren Biltzarra

Este acto festivo viene teniendo lugar desde 1964, en Elizondo, capital de Baztan (Nafarroa), el domingo más cercano a la festividad de Santiago -25 de julio-. Fue creado por iniciativa de la entonces concejal Ana María Marín y se aprecia en él un marcado trasfondo político de exaltación nacionalista. Ya desde muy tempranas horas del mencionado domingo, las calles del pueblo se muestra animadísimas, destacando la presencia de ikurriñas en la mayoría de los balcones y ventanas. Luego, paulatinamente, se irán congregando los representantes de los quince pueblos del valle y municipio, que más tarde presidirán los actos.

Sobre las nueve de la mañana, comienzan a concentrarse los componentes del desfile que después tendrá lugar, así como sus engalanadas carrozas, protagonistas indiscutibles de la fiesta. Aproximadamente media hora después tiene lugar una solemne misa en euskera, concelebrada por los quince párrocos del valle. Además, participan en este acto religioso bertsolaris, txistularis, txalapartaris, cantantes y dantzaris.

El desfile, por las calles de Elizondo, tiene lugar inmediatamente después de concluida la función religiosa. En él destaca lo llamativo de las distintas carrozas traídas desde los más diversos puntos de Euskal Herria, e incluso de fuera de ella, representando las más variopintas escenas de la vida tradicional vasca unas, y satirizando otros asuntos de rabiante actualidad política y social. El colorista desfile concluye, tras recorrer la calle principal de Elizondo, al llegar al mismo límite de la vecina Elbetea, en las inmediaciones del asilo de ancianos. Terminado el desfile, la fiesta continuará durante toda la jornada. Al medio día tiene lugar una espectacular mutil-dantza, a la que sigue un gran banquete en el que están presentes los productos más característicos de la zona. Paralelamente a la fiesta, tiene lugar una feria de artesanía, y por la tarde diversos espectáculos de carácter folklórico, así como pruebas de deporte rural.

Alarde del Moro

Tiene lugar cada 26 de julio en Antzuola (Gipuzkoa). Data del siglo X, y rememora el desastre de Valdejunquera. Por la mañana de dicha jornada, varios cañonazos anuncian a la población que ha llegado el día del Alarde. Este tiene lugar por la tarde, iniciando su recorrido en la Casa Consistorial, para luego continuar por la calle principal y retornar a este edificio. Abre la comitiva la banda de txistularis, interpretando una melodía de carácter guerrero. A continuación camina un abanderado, portando un estandarte moro, copia del original robado a los árabes en la batalla aludida, y que se destruyó durante la contienda de 1936. Va detrás, montado a caballo, el Capitán del Alarde, con uniforme oscuro y sombrero de dos picos. Tras él desfila una compañía de escopeteros, vestidos con camisa y pantalón blancos, y boina y faja roja, en medio de la cual llevan prisionero al Moro. Este supuesto árabe, con cara y manos tiznadas, viste chilaba y va tocado con turbante. Lleva, además, una cadena al cuello y cabalga sobre un pollino. Por último, cerrando el cortejo, van dos cañones.

Cuando, terminando su recorrido, la comitiva regresa ante el ayuntamiento, el Capitán del Alarde pronuncia un largo discurso, ensalzando las virtudes de los anzuolanos que pelearon en Valdejunquera, pormenorizando algunos de sus muchos actos heroicos. Terminada la arenga, dirigida a toda la compañía que ha permanecido formada, así como al público expectante, ordena al Moro que se apee del burro y por tres veces consecutivas pisotee su turbante, a modo de reniego. Seguidamente, y cuando el sumiso árabe ha cumplido lo ordenado, es conducido bajo los arcos de la Casa Consistorial. Por último el Capitán grita "fuego", instante en que se dispara una salva con las escopetas y retumban los cañones.

Parodia de Santa Ana

Esta ridiculización grotesca o farsa, tiene lugar en Lasarte (Gipuzkoa), el 26 de julio, festividad de Santa Ana, formando parte de los festejos populares de ese día. El acto, que data de 1950, consiste en que varios voluntarios ridiculicen en público los acontecimientos más relevantes sucedidos en el pueblo a lo largo del año.

Mojón de Santa Ana

Así se llama la piedra que marca el límite entre los municipios de Arrankudiaga (Bizkaia) y Laudio (Araba). Está situado en la campa de Santa Ana, en Areta, y es visitado festiva y ritualmente, cada 26 de julio, por los munícipes de ambos Ayuntamientos.

Esku-Dantza de Sataneros

Se baila en Ordizia (Gipuzkoa), el 27 de julio, en el transcurso de las fiestas de Santa Ana. Este día es tradicional que los casados durante el año, bailen una esku-dantza en la Plaza Mayor. Para ello, salen de la Casa Consistorial cogidos de la mano y presididos por el alcalde. Se sabe de la existencia de la Cofradía de los Santaneros de Ordizia, desde por lo menos 1509.

San Ignacio de Loiola
Visita Apostólica del Papa Juan Pablo II al Santuario de Loyola, Sábado 6 Noviembre 1982.

Cada 31 de julio, las provincias de Gipuzkoa y Bizkaia celebran las fiestas de su patrón: San Ignacio de Loiola. Pero es en la villa guipuzcoana de Azpeitia
, cuna de este santo universal, donde las celebraciones del día adquieren especial resonancia. Y no por lo profano precisamente, sino por lo destacado de su elemento religioso. Precedido en la azpeitiana Basílica de Loiola por una solemne novena, que va a concluir el día del santo patrón, y a la que acuden fieles desde los más dispares puntos de Gipuzkoa, se inician las fiestas de Azpeitia, el mentado día, con una diana ejecutada por la banda municipal de txistularis. En ocasiones estos músicos han sido acompañados por los gaiteros de Estella. Luego, a lo largo de la jornada tendrán lugar conciertos de música, novilladas, deportes rurales y verbena.

Pero será la procesión que a las diez y media de la mañana, al término de la solemne misa recorra las calles, la que acapare la máxima atención de la feligresía azpeitiarra. Al son de la “Marcha de San Ignacio”, el desfile discurrirá compuesto por el cabildo, la banda de música, autoridades, maceros y, por supuesto, la propia imagen del santo. Al día siguiente se repite la procesión, pero esta vez se traslada el cortejo hasta la Basílica de Loiola, donde, con participación del obispo de la diócesis, tiene lugar una solemne misa concelebrada.

San Ignacio de Loiola nació en la casa-torre de Loiola, de la villa guipuzcoana de Azpeitia, en 1491. Hijo de un militar, primero fue paje de Fernando el Católico, pero pronto, al igual que su padre, elige la carrera de las armas. Por esta circunstancia participó en la defensa del Castillo de Iruñea, donde cae herido el 20 de mayo de 1521. Convaleciente de las lesiones en su Loiola natal, se aficiona a las lecturas piadosas, como vidas de santos y similares, lo que le impulsa a hacerse sacerdote. Visita Arantzazu, y más tarde Montserrat, donde se hace armar Caballero de la Virgen, para, en 1523, trasladarse a Tierra Santa. En 1528 marcha a París a completar sus estudios de teología, donde conoce al navarro San Francisco Javier. En 1541 funda en Roma la Compañía de Jesús, ciudad ésta en la que moriría el 31 de julio de 1556.

Los Padres Jesuitas habían solicitado a la Santa Sede, en 1594, la canonización del guipuzcoano fundador de la Compañía de Jesús, aspiración de la que también participaba el monarca Felipe II, y que por deseo expresos hizo saber al Pontífice a través de su embajador en Roma. De resultas de ello, y de otras gestiones realizadas en tal sentido por las Juntas de Gipuzkoa, el papa Paulo V beatificó a Ignacio de Loiola el 27 de julio de 1609.

A raíz de la canonización de su paisano, la villa de Azpeitia emitió un voto solemne el 31 de julio de 1610, mediante el cual adoptó a San Ignacio por patrono tutelar, prometiendo guardarle fiesta a perpetuidad en la fecha conmemorativa de su muerte. Dicha jornada festiva, además de por el aspecto religioso, comenzó a destacar por su elemento profano. Años después, el 12 de marzo de 1622, Gregorio XV canoniza al santo de Gipuzkoa, y la provincia entera lo adopta por patrón el 24 de julio de 1632. Sin embargo, y a raíz del voto de guardar ayuno en la víspera de esta jornada festiva, promesa formulada el 15 de mayo de 1710 por las Juntas de Gipuzkoa celebradas en Zumaia, se suscitó una larga polémica entre el poder civil y el religioso. Si bien las parroquias que por entonces pertenecían a la diócesis de Calahorra guardaron el ayuno, no sucedió lo mismo con las dependientes de Iruñea. La unificación definitiva de ayuno en la víspera de San Ignacio, y celebración de las fiestas en su honor, se produjo al fin el 15 de mayo de 1737.

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